domingo, 19 de diciembre de 2010

Carlos Cano

CARLOS CANO, CANTOR DEL PUEBLO


Un 19 de diciembre del año 2000, hoy hace 10 años; murió lleno de vida Carlos Cano.
Dos veces en mi vida tuve la oportunidad de hablar de tú a tú con Carlos. Las dos fueron especiales. En la primera observé a un hombre callado, reflexivo, pero con grandes vivencias interiores. La segunda vez, observé a un Carlos Cano que había sacado desde dentro esas vivencias y las pregonaba a los cuatro vientos. Tuve oportunidad de hablar largo y tendido en los camerinos, mientras él esperaba que yo presentase su espectáculo. Nunca pensé que ese intercambio de opiniones influiría tanto en mí.


 
“Entre los cantores para quienes la canción es compañía del hombre, Carlos Cano es aquel que canta las historias que los propios hombres son. Por eso sus poemas están cargadas de gente, por eso su música es la de las voces de los cuatro caminos. La voz de la güajira, de la mujer general, de Lucrecia, de la reina del blues, la voz de Jaume Sisa, de Rigoberta Menchú, igual que las voces de los que no tienen nombre ni atributo, reunidas en el drama cósmico de la Humanidad” (José Saramago)


Carlos Cano, según su partida de nacimiento, nació en Granada. Después de sus primeros problemas con el corazón, su lugar de nacimiento, según palabras del propio Carlos, cambió: “Nací en Nueva York, provincia de Granada”.


Carlos comienza a cantar en el ámbito universitario. Eran los años en que la lucha estaba en la universidades; allí a finales de los 60 y principios de los 70, empieza a ponerle letra y música a sus inquietudes. Él conocía muy bien los problemas que le rodeaban: el paro, la miseria, los sueldos escasos, la emigración, los abusos de los señoritos con los jornaleros, cualquier problema que hiciera sufrir a los hombres y mujeres de su época. Cualquiera de sus canciones reflejan esas realidades.


Hasta 1975 no graba su primer libro: “A duras penas”. En este primer disco graba para siempre los desvelos y las inquietudes, las miserias de los humildes, aquí refleja de forma clara y diáfana su andalucismo; su amor por la tierra que le vio nacer. En este primer disco aparece “Verde, blanca y verde”. Esta canción se cantó durante mucho tiempo para reivindicar, se convirtió en el himno que apenas conocíamos. Políticamente la canción no fue correcta. Detrás de su letra estaba el sentimiento de todo un pueblo, la esperanza por una vida más equitativa, su lucha por la desigualdad.


A partir de aquí su fama fue meteórica. El pueblo encontró en Carlos la voz que no tenía, creyó en una Andalucía de todos, en una reforma agraria, en un gobierno para el pueblo. Andalucía veía en su voz el camino del bienestar.


En 1976, publica: A la luz de los cantares. Entre las muchas canciones estaba “ La murga de los curralantes”. De esta canción se han dicho cosas muy buenas, pero para mí lo más bonito es que está escrita en andaluz; en el lenguaje del pueblo. Se acabaron las S y las D innecesarias. Carlos habla como Manolo, como María, como cualquiera que no hubiese pasado por las aulas universitarias. Algunos, trataron la letra de hortera, claro, que algunos también tienen derecho a decir tonterías.


En el 1978 busca el mestizaje arábigo andaluz con su “Crónicas granadinas”. A partir de estos momentos Carlos Cano empieza a buscar nuevos horizontes, nuevos caminos para su música. Es como si tomara conciencia de que los problemas de Andalucía son los problemas de todos los pueblos oprimidos; que las injusticias no tienen frontera; que los dictadores pueden hablar lenguas diferentes, pero, que sus actos son universales. Se aleja de Andalucía a través del corazón y la soledad. Su música es más universal, y en ese universo entran: las madres de la Plaza de Mayo, María la Portuguesa, el recuerdo de Cuba, Miguel de Molina, la guerra de Bosnia..., cualquier cosa que moviese la conciencia humana anidaba en sus pentagramas.


En 1996, después de su grave enfermedad publica un trabajo donde se ve el valor de la vida, el valor de los detalles, la valoración de las cosas pequeñas. En este trabajo aparece su habanera en Nueva York, que es una reivindicación a la vida; a la oportunidad que de nuevo le ha dado la vida. Pero esa vida sigue siendo un compromiso. Su voz, su protesta, su inconformidad no se apagan, al contrario, salen como cerbatanas directas.


En 1998, se celebra el centenario del nacimiento de Lorca. Ante este andaluz universal, Carlos no se queda indiferente. Publica su trabajo: “El diván de Tamarit”. Recoge perfectamente lo que Lorca quiso transmitir: El amor, la muerte, las luces, los vientos, la sombra, la luz; y sobre todo, esta obra es un puente entre oriente y occidente.


Siempre detrás de la innovación estaba su Andalucía, su forma de vivir su tierra, su forma de preocuparse por los problemas de la gente. Llegado este momento vuelve a la copla, a aquellas melodías que el pueblo no había olvidado, aquellos cantares de casas humildes, de jornaleros cansados. Títulos como: La Tani, Ojos verdes, María de la O, La bien pagá...


Entre los últimos títulos que grabó estaba: “Te he de querer mientras viva”; eso fue lo que Carlos Cano hizo por Andalucía y, sobre todo, por las andaluzas y andaluces. Desde el cielo de los músicos y poetas sigue igual.


La voz de Carlos Cano ha quedado prendida entre los pliegues de la bandera, en las esquinas, en las noches de luna y clavel, en las maletas de los emigrantes, en los ojos perdidos de los jornaleros, en el malecón de la Habana, en las conciencias de los andaluces. La voz de Carlos Cano vuela libre, atrápala, ponla dentro de ti y notarás algo especial: el sentido de haber nacido en tu tierra, en nuestra tierra, en su tierra, en la tierra universal.

Es la tercera vez que me veo con Carlos Cano y ahora me ha contado muchas cosas.

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